La grieta es una intervención de siete días en el espacio de Cruce Contemporaneo en la que busco activar lo máximo posible el espacio expositivo partiendo de la máxima simplicidad de materiales, estos son, un lápiz y un difumino.

Para ello dibujé una grieta, un trampantojo que recorría la sala entera. Pedro Marín Boza vino a verla e hizo esta genial reflexión: “Trampantojo y grieta, ambas cosas abordan lo inexistente. El espacio vacío como lugar original (o incluso de reseteo) siempre es interesante, el psicoanálisis propone deshacer (vaciar) el relato para volver a construirlo, para (re)construir hay que (re)pensar” y eso siempre está bien.”

El propio trampantojo, aparte, añade una materialidad a lo que originalmente es un vacío; el pigmento de grafito le da un cuerpo matérico y la mirada pasiva que no percibe el engaño le da vida, aunque sea por unos instantes.

El proceso finaliza con el borrado de la intervención. Casi que una grieta es premonitoria de su propia desaparición al fin y al cabo. En su lugar se encuentra la huella del dibujo, que ha permanecido, y la documentación del proceso: una serie de vídeos que reproducen el acto de dibujar y los sonidos producidos al borrar.

La goma, que se añade el último día al lápiz y al difumino, vuelve a reactivar el espacio jugando con las espectativas de quien viene a ver la sala; en lugar de encontrarse un espacio ahora previsiblemente agrietado, se topa con lo que atestigua que lo estuvo.